Terroristas en Siria como fuerzas de choque o carne de cañón

Damasco, SANA

 Sobre la base de una estudiada conjunción de factores desde los centros de poder occidentales y sus aliados en el Oriente Medio, fue lanzada contra Siria una guerra que concibió la introducción de más de 100 mil mercenarios.

 Tal opción, mediática, financiera y militar respaldada por los petrodólares, fue la variante B que utilizaron esos centros para destruir a la nación árabe, y estimular y promover a una oposición interna fragmentada e incapaz por sí misma de destrozar las estructuras del Estado y el Gobierno.

Todo ello ante la imposibilidad de un ataque directo masivo contra Siria por el veto en el 2012 de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

El primer paso en ese sentido, tras una extensa labor de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Europa Occidental, Israel y de algunos países árabes fue apostar por la acción de más de un centenar de grupos terroristas.

A ello se suma la continuada labor de zapa para socavar los mandos de las fuerzas armadas sirias, la seguridad nacional y exacerbar las diferencias de base confesional, sociales y políticas de un Estado secular que mostraba una estabilidad inusual en la región.

Atentados, secuestros y tergiversaciones comunicacionales fueron instrumentadas en un plan para aislar a Siria y convertirla en un estado fallido y sin conceptos de unidad nacional tal y como ocurrió en Afganistán, Iraq, Libia, Somalia o Yemen, en la denominada primavera árabe.

Entre el 2011 y el 2012 miles de extremistas, con pasaportes falsos, entrenados y equipados, pasaron por las porosas líneas fronterizas de Turquía, un 60 por ciento o más, o a través de las de Iraq, Jordania o los territorios ocupados por el régimen sionista de Israel en el sur sirio.

De igual forma, se activaron células dormidas en las principales ciudades como Alepo, Homs, Hama, Damasco, Deir Ezzor y Raqqa, integradas a una labor de infiltración, atentados, secuestros y acompañados de una activa propaganda para satanizar al Gobierno legítimo sirio y esgrimir el argumento de guerra civil, idea que la realidad hizo sucumbir.

Del centenar de grupos terroristas, nueve mostraron asimilar la concepción de fuerza de choque, lograron una organización efectiva de los suministros logísticos, en armas y equipamiento y el financiamiento de más de 137 mil millones de dólares en nueve años de guerra.

Mientras, el resto de esa agrupaciones se diluyeron, fueron absorbidas por las más fuertes y algunas, en los últimos años, aceptaron acogerse a la política de pacificación.

En ninguna nación del Oriente Medio se incentivaron acciones como la de los grupos terroristas en Siria, al constituirse en fuerza de choque, y en algunos casos como el exFrente Al Nusra, en particular, se le indicaron ‘consejos’ para implantar en las zonas ocupadas.

Este, sin un programa político o social definido, instauró métodos menos brutales, criterios educacionales y de penetración más sofisticados y la aplicación de disciplinas confesionales confusas, algo menos fanáticas pero obligatorias en nombre de las enseñanzas del Alá que ellos interpretan.

LAS DIFERENCIAS CASI IMPERCEPTIBLES

Más de 600 atentados en Damasco y otras ciudades, asesinatos de policías y asaltos a instalaciones públicas o estatales, caracterizaron los primeros años de la confrontación y en la que los grupos terroristas actuaron sobre la base de protocolos de acción establecidos con precisión desde Occidente o naciones árabes dispuestas a acabar con Siria.

Todo conjugado y que incluye un cada vez más intenso bloqueo económico, financiero y comunicacional por medio de más de un centenar de canales satelitales en paralelo con continuos ataques aéreos promovidos por Israel, los cuales suman en la actualidad más de 300.

La fuerzas de choque terrorista pasó a reducirse e integrarse en la Junta para la Liberación del Levante, otrora Frente Al Nusra, el Estado Islámico, Daesh, el Partido Islámico del Turkestán (integrado por mercenarios de la etnia china de los uigures) , Ahrar Al Sham y Jund Al Sham, y el llamado Ejército Libre Sirio.

En la actualidad reconocidos y agrupados todos en el Ejército Nacional de Liberación respaldado por Turquía.

Al respecto, se mencionó sistemáticamente que Al Qaeda tenía una red en Siria que respaldaba desde los inicios de la crisis al Consejo Nacional Sirio, pero los hechos y el tiempo demostraron que esa vinculación fue poco práctica y resultó una maniobra desinformadora para no involucrar directamente a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Turquía o Israel.

Todo para simular lo que no era: una guerra impuesta desde Occidente y sus aliados en el Oriente Medio.

El llamado Daesh fue aparentemente derrotado, perdió posiciones pero coincidentemente, mantuvo agrupaciones dispersas sobre todo en el desierto de Al Jazeera y junto a la frontera con Iraq y el respaldo abierto de Washington desde la zona ilegalmente ocupada de Al Tanef y el campamento de refugiados de Rubkan, donde se ubican elementos extremistas infiltrados del Daesh y otras organizaciones menores.

Las diferencias en esas acciones son apenas perceptibles dentro de un denominado concepto fundamentalista extremo de yihadismo salafista impuesto por las armas y contario a cualquier forma de liberalismo, humanismo o cualquier otra creencia de base confesional.

Desestabilizar a Siria por todos los medios es el objetivo principal, así como controlar sus recursos minerales, el petróleo, el gas o los fosfatos y anular a esta nación del Levante como vía de comunicación entre Asia y Europa.

Tras el 2015, cuando Rusia aplicó conceptos por acuerdos legales de cooperación con Siria, la carne de cañón extremista y las fuerzas de choque terroristas se definieron y los primeros resultaron liquidados, integrados o algunos se acogieron a la pacificación.

En tanto, las pugnas internas desarticularon a diversos grupos que, al final, optaron por aceptar de una u otra forma, la hegemonía del otrora Frente Al Nusra sin perder las similares características de actuar sobre la base del terror a la población, la toma de rehenes y el odio feroz a todo lo secular, o que representara otras opciones de religiosidad como cristianos, alauitas o drusos, entre muchas otras.

Como resultado, a partir del 2016, en el terreno de combate se definieron posiciones y las Fuerzas Armadas sirias, junto al eje de la resistencia al que se sumó, en las frontera con El Líbano, el movimiento Hizbulah, las Fuerzas de Defensa Nacional y milicias aliadas, los grupos terroristas perdieron día a día un área tras otra y quedaron constreñidos a cerca de dos tercios de la provincia de Idleb y del norte de la de Alepo y Hasaka, todas fronterizas con Turquía.

LA ACTUALIDAD

A pesar de casi nueve años de guerra, el Estado sirio ha mostrado fortaleza en sus instituciones, soporta el embate de acciones generalizadas respaldadas desde el exterior con miles de millones de petrodólares y un cerco militar estadounidense y de la OTAN que abarca bases en Arabia Saudita, Qatar, Turquía, Bahrein, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait , Jordania y al régimen sionista de Israel.

El tráfico de armas y abastecimientos para los extremistas, a través de intermediarios y procedentes de naciones de Europa del Este en lo fundamental, y estructurados en una red organizada por los servicios de inteligencia de la CIA o el Mossad israelí, fundamentalmente, no logró en términos reales convertir a los grupos terroristas en una fuerza de choque principal para acabar con esta nación del Levante.

La realidad de medio millón de muertos y mutilados por esa guerra, de ellos 100 mil oficiales y soldados sirios, representan dramáticamente que los objetivos iniciales no fueron logrados porque sin apoyo externo, las organizaciones terroristas perdieron terreno y apenas controlan un cinco por ciento del territorio nacional.

No obstante, en la actualidad la situación es extremadamente complicada en el terreno por la presencia ilegal y denunciada por Damasco, de militares de Estados Unidos, Reino Unido y Francia y la persistente permanencia de tropas turcas en el norte de las provincias de Alepo y Hasaka.

A tal cuestión se suma la presencia y continuos enfrentamientos de grupos extremistas respaldados por Turquía contra las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y otros grupos de las autodefensas kurdas, así como de tropas estadounidenses en zonas petroleras de Deir Ezzor y Raqqa, de donde extraen hidrocarburos por un monto mensual de unos 30 millones de dólares, en alianza con las FDS.

De igual forma, desde los territorios ocupados por el régimen sionista en el sur sirio, continúan produciéndose lanzamiento de misiles para contribuir a agudizar tensiones y boicotear, junto a los gobiernos de Washington y Londres, las continuadas conversaciones para una salida negociada al conflicto, tanto en Ginebra, Suiza como en Sochi, Rusia o en Astaná, Kazajastán.

Sin esos obstáculos, la ya debilitada fuerza de choque constituidas por los grupos terroristas está disminuida para lograr sus objetivos sin el respaldo desde el exterior, situación que choca además, y en delicado y complejo entramado, con la presencia de Rusia, legal y jurídicamente establecida con Damasco.

Además de la de Irán como integrante del eje de la resistencia junto al movimiento de resistencia libanés de Hizbulah, frente a esa injerencia de Estados Unidos y sus aliados.

Política y militarmente, el Estado sirio logró en el 2019 avances ostensibles en la defensa de su soberanía e independencia pero el camino hacia la paz aún está empedrado de dificultades y desbrozarlo es una prioridad para quienes defienden al derecho a la independencia de esta nación del Levante y su milenaria historia.

Por Pedro Gracía Hernández

 Corresponsal jefe de Prensa Latina en Siria

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