Palestina: Resistir es existir

Damasco, 16 jul (SANA) Recuerdo cuando mi hermana I*, la mediana, tenía 11 años, tuvo una lectura obligada en el cole que le marcó profundamente: El Diario de Anna Frank. Con mi hermana N*, la más pequeña, tuvo que pasar muchos años para que llegase a leer El Diario de Ana Frank porque en esa época, en la que I* tenía 11 años y yo 13, N* acababa de nacer.

Recuerdo perfectamente que para mi hermana I* fue el primer libro que ella no pudo parar de leer y no pudo parar de hablar sobre ello en casa.

Yo también lo leí siendo muy joven pero a mí me pasó al revés: no era capaz de hablar sobre ello.

Me impactó tanto porque no entendía tantas cosas que le daba vueltas y vueltas en mi cabeza.

Recuerdo también cuando en 2008 salió en cines la película “El niño con el pijama de rayas”. A mí no me gustaba ver películas ni leer libros sobre el Holocausto nazi porque lo pasaba realmente mal pero mi hermana, que ya por aquel entonces tenía 15 años y yo 17, me insistió en verla.

Nuestras conversaciones sobre la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y el Nazismo ya tenían forma y eran siempre las mismas desde hacía años: ¿cómo pudo pasar? ¿cómo la gente en Alemania podía vivir sabiendo que metían a personas en cámaras de gas? ¿Tan ciegos estaban? ¿Cómo ascendió de una manera tan brutal el fascismo cuando es dictadura, muerte, represión, torturas?

Jamás pensé, y lo digo con el corazón en un puño, que ni mis hermanas ni yo íbamos a tener la respuesta a estas preguntas que nos hacíamos de jóvenes y que, horrorosamente, lo íbamos a vivir.

El auge del fascismo lo llevamos viendo ya unos años y con los resultados de estas pasadas elecciones europeas este 9 de junio, la extrema derecha (los nazis) se asienta, se refuerza y sigue conquistando países como un virus imparable

Y quién nos iba a decir que el país que está a favor del auge de la extrema derecha (los nazis) en Europa, el que está cometiendo un genocidio declarado, una limpieza étnica, creando guetos como el de Varsovia, una hambruna forzada para matar a una población, una prisión a cielo abierto, un exterminio en vivo y en directo sea, precisamente, Israel.

El sionismo y el nazismo van cogidos de la mano, y siempre lo han estado, no se confunda el lector o lectora. Israel es el aliado de los nazis en el presente y como tal, está cometiendo en una enorme ratonera sin salida un exterminio al pueblo palestino por el que, espero, la historia no perdone a nadie. A nadie.

“¿Quién se acuerda hoy de los armenios?”

Ante la invasión de Polonia, Hitler lo justificó diciendo a sus generales, lo que también podría servir para justificar lo que hizo en el Holocausto: “¿Quién se acuerda hoy de los armenios?”.

La tragedia y el genocidio armenio en Anatolia inspiró a Raphael Lemkin, abogado polaco de origen judío, el concepto genocidio en 1943, después de perder a 49 familiares en el Holocausto nazi.

También el concepto de crímenes contra la humanidad nació sobre la tragedia armenia.

Esta frase nos debería hacer reflexionar, ¿llegaremos a tener una frase parecida de algún líder de extrema derecha diciendo “quién se acuerda hoy de los palestinos”? Si no paramos esta barbarie, sí.

Desde el 7 de octubre, Israel ha matado a más de 36.000 palestinos, más de 83.000 heridos, 10.000 desaparecidos bajo los escombros y casi 2 millones de desplazados.

El plan tanto de Israel como de EEUU y los países satélites europeos, como Alemania y Reino Unido, es desplazar a los gazatíes hacia la península de Sinaí en Egipto, quedando Gaza desolada para que Israel ya pueda tener el total control de las tierras, los recursos y los puertos, que son geoestratégicos tanto para el colonialismo yanki como para el genocida israelí de Netanyahu.

La comunidad internacional, en un acto de vergonzosa pasividad, ha fallado en tomar medidas decisivas para detener esta masacre.

Las condenas verbales y las tibias resoluciones no han impedido que Israel continúe con sus políticas genocidas, y las potencias mundiales, muchas de las cuales tienen el poder de intervenir, permanecen cómplices por su inacción.

Organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas y diversas ONGs, han señalado las atrocidades cometidas como violaciones flagrantes del derecho internacional y crímenes de guerra, pero sus llamados han sido ignorados o minimizados.

Es imperativo que el mundo despierte y actúe con firmeza para apoyar al pueblo palestino, exigiendo un cese inmediato de las hostilidades y el fin del bloqueo criminal que asfixia a Gaza.

Me acuerdo siempre de un poema del poeta palestino Najwa Darwish contestando a la infame frase de Hitler ¿Quién se acuerda de los armenios?

Yo los recuerdo

y tomo cada noche el autobús del infierno con ellos.

Y el café de esta mañana

lo bebimos juntos.

Y a ti, asesino,

¿quién te recuerda?

Y la escritora armenia Sophia Armen, complementa a Darwish ante esa pregunta en el aire que quizás Netanyahu quisiera pronunciar ¿Quién se acuerda hoy de los palestinos?

Nosotros.

Y viajamos en autobús a la protesta

por la Nakba con ellos cada día.

Y mi soorj, esta mañana,

lo estamos bebiendo con ellos.

Tú, genocida,

¿quién se acuerda de ti?

La respuesta internacionalista: la Flotilla de la Libertad, las ocupaciones y las marchas

Existe una diferencia abismal entre la sociedad organizada y la mal llamada “comunidad internacional” y los gobiernos. Protestas, marchas, ocupaciones y asentamientos en las Universidades de los estudiantes de muchos países para forzar la ruptura de relaciones con universidades israelíes que apoyen, de manera directa o indirecta, el genocidio al pueblo palestino.

Las fuerzas de represión policiales están analizando a la juventud que se asienta de manera pacífica en solidaridad por Palestina, como hemos visto recientemente en la Universidad de Sevilla.

Una de esas respuestas internacionalistas es la Flotilla de la Libertad, Flotilla de la que formo parte. El objetivo de la flotilla es tanto simbólico como práctico. Simbólicamente, buscamos llevar ayuda humanitaria, sí, pero también poner el foco sobre el genocidio en Gaza así como, y esto es muy importante, romper el bloqueo ilegal que lleva sometiendo el Estado sionista de Israel al pueblo gazatí desde 2007.

Habíamos planeado zarpar en abril de 2024 desde Estambul, con más de 5500 toneladas de ayuda humanitaria: comida no perecedera, agua potable, suministros médicos, ambulancias… Unas 500 personas de más de 40 países, entre las que íbamos figuras políticas como yo, activistas, prensa, equipo médico o abogados nos encontramos en Estambul con mucho miedo pero determinación de subirnos a los barcos para romper el asedio israelí.

Durante la semana que estuvimos bloqueadas en Turquía, estuvimos conociendo cómo fue el asalto al Mavi Marmara en 2011, donde los soldados israelíes mataron a 11 compañeros tripulantes de la Flotilla de la Libertad.

Durante esos días pude conocer a uno de los organizadores de la tripulación turca: él había estado en el Mavi Marmara, siendo muy joven, junto a su padre tratando de llegar a Gaza cuando los soldados le pegaron un tiro a bocajarro a su padre. Murió en el acto.

Historias como esta fue la que conocimos en esos días, como el periodista gazatí que nos hizo una visita cuando se enteró que estábamos esperando para zarpar.

Había salido hacía dos semanas de Gaza porque había sido señalado por el ejército israelí para ser asesinado y se acercó a vernos en cuanto escuchó la historia de la Flotilla, por qué estábamos allí y cuál era nuestro propósito. Nos contó la situación en Gaza.

Hubo una frase que me marcó, nos dijo que lamentablemente nadie en Gaza sabía ni de la existencia de la Flotilla, ni nuestros propósitos ni que estábamos poniendo en jaque a los ministros de Asuntos Exteriores de Israel, Alemania, Reino Unido y Turquía, entre otros.

“No hay esperanza para la gente de Gaza. Piensan que están completamente solos, que nadie va a contar su historia, que nadie se está movilizando. No les queda esperanza”.

Nosotras seguíamos allí, conociendo cómo actuaba el ejército israelí cuando asaltaban las Flotillas. “Todos al suelo, antes de que suba el dron de inteligencia romped el teléfono, no tengáis nada en las manos, las manos en alto y vacías, no les miréis a los ojos: para ellos es una provocación que oséis mirarles a los ojos”.

Hicimos un entrenamiento de resistencia pacífica y un simulacro de un asalto del ejército israelí. Cómo saber actuar ante un ejército que ya había avisado que usarían a la unidad de élite Shayetet 13, el comando que llevó a cabo la carnicería del hospital Al-Shifa, matando a más de 400 pacientes palestinos.

Drones de inteligencia artificial, granadas aturdidoras, gas, golpes… todo vale para el Estado sionista, incluyendo afirmar que asaltarían una Flotilla en aguas internacionales, admitiendo ser unos piratas, y que la comunidad internacional guardase el vergonzoso silencio.

Enfrentamos serios impedimentos debido a las presiones internacionales.

Estas presiones provinieron principalmente de gobiernos y organismos internacionales que, bajo la influencia de Israel, solicitaron que la flotilla no se llevara a cabo para evitar “tensiones diplomáticas y posibles enfrentamientos”.

A pesar de los riesgos y los desafíos, los organizadores y participantes de la flotilla permanecemos firmes en nuestro compromiso: vamos a zarpar.

Nos han impedido zarpar en abril quitándonos nuestras banderas pero ya estamos en el proceso burocrático de conseguir otras para poder navegar.

Como miembro de la Flotilla de la Libertad, nos urge el poder zarpar cuanto antes.

Conocemos los riesgos, no somos insensatas, sabemos que es una misión peligrosa, pero nuestra determinación es clara. Nuestros esfuerzos son cruciales para mantener viva la esperanza y la resistencia de los palestinos en Gaza, para denunciar el genocidio y el exterminio del pueblo palestino a manos del Estado sionista israelí y para recordar al mundo que la lucha por la justicia, la libertad y la solidaridad internacionalista y de clase es un esfuerzo global que requiere la participación de todas, todos y todes.

La historia juzgará severamente a quienes permitieron que este genocidio ocurriera sin intervenir. Resistir es existir.

Finalizo este artículo con una frase del escritor sueco Sven Lindqvist: “Lector, ya sabes lo suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que nos falta es el coraje para darnos cuenta de lo que ya sabemos y sacar conclusiones”.

Y me permito complementar: “y organizarnos contra la barbarie”.

Por Nerea Fernández Cordero

Fuente: Mundo Obrero

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